La capacidad heráldica del siglo XII al XXI
La heráldica es un sistema emblemático surgido en Europa en el siglo XII, formado por símbolos y figuras esquemáticas sobre el campo de un escudo, pero representable en cualquier tipo de soporte físico, que ha venido usándose para la identificación de personas, linajes, municipios, corporaciones u otras organizaciones.
El
investigador Pedro Valverde Ogallar, en su obra "Manuscritos y heráldica en el
tránsito a la modernidad: el libro de armería de Diego Hernández de Mendoza",
realiza una síntesis muy lograda acerca de la evolución de la heráldica
gentilicia, es decir, aquella que corresponde a los individuos y sus familias. Los datos históricos que siguen están extraídos de su tesis doctoral.
En el siglo XII, en el momento de su nacimiento, el uso de escudos heráldicos no está limitado teóricamente a ningún grupo social, si bien en la práctica son utilizados solo por los caballeros, aquellos que se dedican a la actividad militar y necesitan del reconocimiento de las armas.
Durante el siglo XIII hay una expansión de los usos heráldicos, mediante la adopción de armas por parte de todos los estamentos sociales. En muchos casos, los escudos de plebeyos surgen de marcas de familia y de fábrica que utilizaban desde hacía tiempo los artesanos y comerciantes como signos de reconocimiento de sus productos, y que se integran en el sistema heráldico creado inicialmente por los caballeros.
A mediados del siglo XIV, este uso habitual de los escudos heráldicos por sectores de la población plebeya es justificado teóricamente por juristas que sostienen la libre adopción y el uso universal de las armas. Entre ellos destaca Bartolo de Sassoferrato, que en su obra "Tractatus de insigniis et armis", plantea como derecho lo que sucede en la realidad, es decir, que cualquier persona puede usar escudos heráldicos como signo de identificación personal; cada uno puede adoptarlo como le parezca, si con ello no infringe daño a terceros ni incumple la ley. En los reinos cristianos de la Península Ibérica, particularmente en los territorios catalanes, se conocen ejemplos de este uso de los escudos por parte de miembros de las capas populares en el siglo XIV, como el barbero Ramón Andreu (1368) o el zapatero Pere Pinos (1383) entre otros, como carniceros, especieros o maestros de obras. Según el medievalista Martín de Riquer, en el siglo XIV los testimonios de escudos pertenecientes a personas no nobles son más numerosos que los de los nobles.
Posteriormente se produce un movimiento de reacción nobiliaria que aparece reflejado en la literatura antes de hacerse patente en los usos cotidianos. A partir del siglo XV los tratados acerca de heráldica, promovidos por nobles, se alejan de lo expuesto por Bartolo de Sassoferrato, y vinculan el uso de los escudos a la pertenencia a un linaje noble. Estos tratados omiten la libre adopción como forma de asumir escudos heráldicos e insistirán en el origen bélico y heroico de las armas. De esta forma, plantean que siempre existió el uso exclusivo de escudos heráldicos por parte de los nobles. Esta teoría aristocrática ha pervivido hasta el siglo XX -y hasta el XXI en algunos sectores-, sobreviviendo a la apropiación de la heráldica por el estamento nobiliario durante los siglos de la Edad Moderna y hasta el fin del Antiguo Régimen. De hecho, la Biblioteca Nacional de España promueve actualmente en su web la falsedad histórica de que la heráldica "está circunscrita a quienes tienen el derecho a utilizar un escudo de armas, generalmente como consecuencia de la concesión de un título".
Es
a partir de la segunda mitad del siglo XX, cuando la teoría aristocrática sobre
la heráldica ha sido refutada por la investigación histórica, particularmente
gracias a los trabajos de Paul Adam-Even, Lucien Fourez y Remí Mathieu.
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Es igualmente en la segunda mitad del siglo XX cuando comienza a producirse una popularización de la heráldica en la forma de asociación entre un apellido y el escudo heráldico de un determinado linaje así apellidado. Este fenómeno, conocido como heráldica de los apellidos, es a finales del siglo XX y en el siglo XXI, la manifestación más numerosa del interés de quienes se acercan de alguna forma a la heráldica. No obstante, los sectores más imbuidos de la ideología nobiliaria muestran su rechazo absoluto y habitualmente enfurecido, puesto que consideran la heráldica de los apellidos como una afrenta y una usurpación.
También existen los que rechazan el uso por parte de una persona de las armas correspondientes a un determinado linaje del que no consta su pertenencia; pero que, a la vez, insisten en la capacidad de todos los individuos de asumir como propio un nuevo escudo, considerándose lícito el hacerlo a partir de la alteración de armas existentes, como explica José Juan Carrión Rangel en uno de los mejores blog de heráldica existente hasta la fecha. Para los heraldistas comprometidos con la heráldica en el siglo XXI la promoción de la adopción de nuevas armas es la vía para una heráldica abierta a todos.
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